jueves, 7 de junio de 2012

Vencer la desnutrición es mejorar la educación

El problema de la desnutrición infantil es uno de los más graves en la diócesis de Añatuya. Más allá de las carencias en la condición educativa de estas escuelas rurales que van desde: no tener un libro de texto hasta no poder asistir a la escuela, la mala alimentación es una de las causas más profundas de la "mala" educación. 
Desde los pocos parajes que conozco de la diócesis: Lilo Viejo, Libertad y El Hoyo, puedo afirmar esto recordando las visitas a las casas que solemos hacer con el grupo misionero. Tema recurrente de todos los padres y las madres es el de la problemática educacional: que no haya escuela secundaria, que el director de la escuela no esté realmente comprometido, que un día haya maestro y al otro no, que los chicos no tengan acceso a libros y otras cosas más... son temas que uno escucha repetir en la mayoría de las casas. 
Quizás muchos padres ignoran que la alimentación es también una de las claves para mejorar a largo plazo la educación de sus hijos. Quizás algunas familias sean más concientes de esto y quieran mejorarlo. Así, mientras los padres trabajan en el monte, algunas madres se dedican a organizar el comedor de la escuela. Ellas van por turnos a cocinarles a los chicos, consiguen algunas donaciones y hasta a veces ponen una persona específica que se encargue de la comida del medio día. 
Sin embargo, más allá de que algunos sean más concientes que otros, la mayoría de estas familias carecen de recursos necesarios para darles a sus hijos una buena nutrición que se transforme en el sustrato de su "buena" educación. 
El siguiente texto es de una Asociación Civil que trabaja en Añatuya desde el 2006 llamada "Haciendo Camino". Uno de sus trabajos en la zona fue un Centro de Prevención Contra la Desnutrición Infantil y Promoción Humana en el Barrio La Merced Añatuya, Santiago del Estero. 

El Hoyo, Santiago del Estero.
Fundación CONIN: Invertir en inteligencia 
Si vamos a hablar de educación, es fundamental tener en cuenta que debemos preservar el cerebro, ya que podemos tener la mejor semilla del mundo, pero si no tenemos un “sustrato”, una tierra adecuada donde sembrarla, nunca germinará, o lo hará muy precariamente. El sustrato en el que debemos “sembrar” la educación, sería el cerebro. Mientras mejores sean sus condiciones, tanto mejores serán los resultados. Sin cerebro no hay educación posible; sin sustrato, sin tierra preparada, no hay semilla que germine. 
Los estragos que provoca la desnutrición que se padece en la primera infancia son los más lamentados por una sociedad, ya que en esta etapa el mayor impacto lo sufre el cerebro. La suerte del sistema nervioso central está determinada en los primeros 14/18 meses de vida. Si durante este tiempo, el niño no recibe una adecuada ingesta de nutrientes y estimulación adecuada, se transformará en un débil mental. 
“Hay que hacer con la vida, como un arquero que tiene un blanco”, decía Aristóteles; pues bien nuestro blanco debería ser proteger el cerebro de los niños en el vientre materno, y en los primeros 18 meses de vida, ya que es en ese tiempo cuando se sella la suerte del sistema nervioso central (SNC). La principal riqueza de un país, es su capital humano, y si ese capital está dañado, el país no tiene futuro. Luego la educación hará la diferencia. Solo con educación, nuestra gente tendrá salidas laborales dignas. Vivimos aquí y ahora para hacer grandes cosas juntos, y es necesario entender que para salir de esta grave crisis, los gobiernos, junto con las ONG, y la comunidad toda, debemos trabajar. Ninguno de estos tres actores individualmente podría. 
La nutrición adecuada 1º y la educación, después, debería ser una definitiva política de estado. El valor agregado de cualquier individuo, en este mundo competitivo y globalizado, es sin duda la educación, pero antes será necesario entender que es fundamental preservar el cerebro.
Fuente: http://haciendocamino.org.ar/

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